En el ámbito laboral no siempre es fácil decir «no» por el miedo a ser mal visto. Para algunas personas, esta reticencia a decir «no» provoca estrés, sensación de malestar y frustración. He aquí algunas claves para formular una negativa y establecer una cultura sana del «no» en la empresa.
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ToggleSaber decir "no": difícil pero esencial
Razones para no decir “no”
Una petición inoportuna de un compañero, un requerimiento de un jefe que altera la carga de trabajo, una solicitud urgente de otro departamento de la organización: no faltan ocasiones para decir «no» en el día a día de toda empresa. Sin embargo, muchos empleados se resisten a hacerlo. ¿Por qué?
- Por miedo. Miedo al conflicto, miedo a la autoridad o miedo a ser juzgado, por ejemplo, porque una negativa podría poner en peligro su progresión profesional. Decir que no significa enfrentarse al miedo a ofender a un colega, a ser percibido como vago o a desafiar a la jerarquía.
- Por tener ciertas convicciones. Son el resultado de la educación recibida. Desde la infancia, las autoridades de socialización nos han dicho que «seamos amables», que «no siempre se puede hacer lo que uno quiere», que «negarse es de mala educación»… Son preceptos interiorizados. Negarse está mal visto socialmente y suele asociarse al egoísmo.
- Por una falta de autoestima o de confianza. Decir «no» es aún más difícil cuando uno está convencido de que no es capaz de hacerlo o de que vale menos que los demás. Negarse es aún más difícil para los empleados que sufren el síndrome del impostor.
La importancia de saber decir “no”
Decir «no» es importante para :
- Respetarse a sí mismo. Saber decir «no» significa conocer tus propias necesidades y deseos. No se trata de negarse rotundamente a todo, sino de de respetar tus valores personales, y demostrar que uno conoce sus tareas y, sobre todo, sus límites.
- Ganar confianza. Expresando una negativa clara, uno preserva su autoestima. El empleado que se opone asume la responsabilidad de su decisión.
- Evitar el exceso de trabajo. Hay muchas razones legítimas para decir «no», como la falta de tiempo, medios, recursos o la priorización de otras acciones. Es aceptable negarse a realizar tareas accesorias. Esto ahorra estrés innecesario.
- Desarrollar una comunicación asertiva. Es decir, expresar y defender los propios derechos respetando la sensibilidad y los derechos de los demás. Decir no con convicción y sin agresividad abre la puerta a una comunicación fluida, positiva y fructífera.
Negarse con tacto
Formula el “no” de manera clara
Un «no» es mejor que un «quizá» o un «ya veremos». En el ámbito profesional, la claridad y la visibilidad son esenciales. Una negativa ahorra tiempo y da una indicación sobre la viabilidad de futuros proyectos. Sin embargo, si es necesario, es posible tomarse un tiempo para evaluar la solicitud antes de responder. Un plazo breve y una respuesta clara son mejores que una larga indecisión.
Algunas personas utilizan la estrategia de la anticipación. Esta se basa en el principio de que es más fácil anticiparse a una petición que aplazarla una vez formulada. Por ejemplo, como preámbulo a una reunión, se puede decir que no hay tiempo para nuevos proyectos durante la semana en curso. Así las personas que estaban a punto de pedirte algo se verán empujadas a reconsiderar la prioridad de su petición.
Explica las razones de tu negativa
En lugar de dar un «no» categórico a una solicitud, es pertinente dar argumentos que justifiquen la negativa. Al basarse en elementos fácticos (sobrecarga de trabajo, falta de aptitudes para realizar una tarea, discrepancia entre la tarea y la descripción del puesto), el interlocutor entenderá mejor los motivos. Si tus argumentos son sencillos, evitarás parecer desorganizado o incluso incompetente. Además, preparar un argumento con uno o varios ejemplos precisos es eficaz si las emociones están a flor de piel.
Propón una alternativa
La firmeza del «no» no significa que no se puedan proponer soluciones. El diálogo se basa en la escucha y la franqueza. Se pueden proponer alternativas a posteriori. Este proceso relativiza el alcance y las consecuencias de la negativa.
Mantén el "no" hasta el final
Una vez formulado un «no», es mejor atenerse a él. De lo contrario, esa negativa y las futuras corren el riesgo de verse deslegitimadas.
Tres principios para crear una cultura sana del "no"
La ejemplaridad de una cultura del "no" a todos los niveles
La disonancia entre los valores de una organización y sus prácticas internas tiene efectos nefastos. La cultura del «no» no es una excepción a esta regla. Para surgir y arraigar en la empresa, esta necesita un marco favorable. Recordemos, a efectos prácticos, que no basta con establecer normas; hay que respetarlas. La cultura es el resultado de hábitos y comportamientos.
Una forma eficaz de promover el comportamiento es dar ejemplo. Esto incumbe principalmente a los mánagers, a quienes corresponde dar un tono ético y mantener la sinceridad en sus relaciones profesionales. Un mánager que sabe decir «no» y escuchar el «no» de sus empleados inspira a sus compañeros y a su equipo. Si su negativa es entendida y aceptada, aumentan las probabilidades de que otros le imiten.
La escucha como requisito previo
Es imposible establecer un diálogo sin escuchar. La cultura del «no» se basa necesariamente en la consideración de los argumentos de cada uno. La negativa no puede ser sistemática, sino que debe adaptarse a las circunstancias. Del mismo modo, la aceptación de una negativa está condicionada por las razones del interlocutor.
La priorización, una palanca para decir "no
Decir «no» a algo es también decir «sí» a otra cosa. En otras palabras: dedicarse a una prioridad. Llegar a un consenso sobre la jerarquización de los objetivos de trabajo facilita la aceptación de las objeciones. Es conveniente utilizar aquello a lo que ya se ha dicho «sí» para legitimar un «no».